por Noor Al-Ayin
Muchos, entre los que me incluyo, se adentran en la alquimia y las artes ocultas no sólo por una atracción emocional, sino también por un deseo muy racional de aprender más, quizá incluso de encontrar el significado que hay detrás de la realidad a la que nos enfrentamos cada mañana. Y una de las primeras cosas que el aspirante aprende en este camino es el antiguo adagio: "Conócete a ti mismo". Todos los libros de ocultismo o de la sección de la nueva era parecen lanzar esta frase, casi de manera fortuita. Sin embargo, el lector astuto se preguntará: "¿Cuál es la calidad de este conocimiento?". ¿Es conocer mis gustos y disgustos? ¿Es catalogar y etiquetar esos gustos para definirme mejor? Si este es el caso, el mundo parece obsesionado con el conocimiento del yo, Facebook, Spotify, Amazon y otros sitios similares ofrecen innumerables etiquetas, grupos y rótulos con los que podemos definir quiénes somos y conectarnos con otros que tienen gustos similares en función de nuestros hábitos de compra, opiniones políticas y otras innumerables medidas del "yo". Pero en realidad, esto es exactamente lo contrario de la comprensión que buscamos. No es más que el caso del perro que persigue su propia cola.
Del mismo modo, ¿es un conocimiento "mental" lo que buscamos? ¿Quizás una ecuación o una filosofía que podamos inculcar a la gente en las cenas, una creencia a la que podamos convertir a los demás? ¿O se trata de un secreto que sólo nosotros conocemos, un conocimiento con el que podemos sentirnos superiores a los que nos rodean? La respuesta es un "no" rotundo a todo lo anterior. Porque otro viejo adagio, igualmente importante, nos dice: "Nuestra Piedra es una, a la que no añadimos ni quitamos nada, sólo quitamos lo que es superfluo".
Es aquí donde debemos prestar mucha atención... nuestra Piedra es Una, a la que no añadimos ni quitamos nada. ¿Qué significa esto? En el caso del hombre moderno, que está asediado por una tormenta de información, significa que al catalogar, categorizar y utilizar nuestras experiencias viscerales en un intento de encontrar quiénes somos realmente, no hacemos más que añadir capas de confusión a un estado de ser ya inadecuado y esto es la antítesis exacta de la comprensión que buscamos obtener a través de la Alquimia. En pocas palabras, el autoconocimiento que busca el alquimista no está definido por el mundo externo y su tormenta de opiniones, descubrimientos, sentimientos y pensamientos, es aquello que se encuentra más allá de lo sensible, es algo que no podemos compartir con amigos y familiares de manera intelectual mientras compartimos un vino y queso. No es algo que alimente nuestro ego, de hecho todo lo contrario, es lo que está más allá del mundo y a la vez es el mecanismo del mundo, de este modo es una paradoja de primer orden y esta paradoja es lo que impide que se explote.
No hay nada que añadir, por lo tanto no hay nada que gustar o disgustar aquí, tampoco hay nada que aprender, porque con la instrucción correcta y un poco de paciencia, lo que rápidamente nos damos cuenta es que todo lo que creemos que deseamos, ya lo tenemos. Contiene los recipientes, contiene los principios que buscamos, contiene la comprensión que trae una paz más allá de la comprensión intelectual de la paz, la tarea a la que nos enfrentamos es la de separar y purificar estos principios sólo para volver a combinarlos en una Unidad armoniosa, que, realizada con la praxis adecuada permite el florecimiento de lo suprasensible para ocurrir dentro de este nuevo estado de Unidad encontrado.
En términos sencillos, podemos decir que estos principios son: una mente consciente (que estás usando para leer este ensayo), una mente inconsciente (que te envió una plétora de sueños anoche), y la tensión que sentimos cuando los dos están en desacuerdo, y este último estado de desarmonía define más o menos la situación del hombre moderno. Lo que hace de la alquimia una ciencia, es que lo anterior es algo que podemos experimentar y comprender activamente, es más que una teoría. Y la clave que buscamos reside, en última instancia, en una cualidad peculiar de la comprensión, un saber que no se enseña en las universidades, no tiene nada que ver con la recopilación, memorización y catalogación fortuita de información. Si no debemos añadir nada, entonces la respuesta debe estar en la sustracción, pero no sustraemos de la Piedra misma... sólo lo que se ha añadido a la Piedra artificialmente... siendo esto los conceptos, experiencias, instituciones y visiones del mundo en los que nuestras sociedades, maestros y familias nos iniciaron inadvertidamente... este es el proceso de des-aprendizaje.
En conclusión, podemos responder un sí rotundo a lo siguiente; sí, el alquimista busca la intuición, pero es una intuición más allá del concepto intelectual de lo que es la intuición. Sí, busca el conocimiento, pero este conocimiento es la gnosis, un tipo peculiar de conocimiento directo que crece silenciosamente como una semilla en el inconsciente. Y sí, busca la sabiduría, pero no la sabiduría del mundo, sino la sabiduría de lo que está más allá de los caprichos del tiempo, del espacio y de las tendencias de la cultura. Por eso, además de "Hombre, conócete a ti mismo", también podemos decir al lector moderno: "Hombre, desaprende lo que crees saber".