Sublimación del Mercurio

Sublimación del mercurio por vía húmeda según la obra de Alberto el Grande descrita en "Le Composé des Composés", Arché, Milano, paginas 51 a 93 y según la de Artephius en "Le Livre Secret Du Tres ancien Philosophe Artephius", traitante of l'Arte ocuclte & de la pierre Philosofale:

En una escudilla de barro o de acero inoxidable, mezclar íntimamente con una cuchara también de acero inoxidable, 400 g de vitriolo de Marte o de Venus canónico eflorescido al Sol y reducido a polvo fino en un almirez (mortero), 200 g de la sal común decrepitada y reducida también a polvo fino y 200 g de sulfuro natural de mercurio (cinabrio), bien molido y pasado por un tamiz de 60 líneas por centímetro o 120 por pulgada.

Las proporciones no son críticas y pueden ser variadas hasta obtener el mejor resultado dependiendo de la cantidad del mineral utilizado.

Si no se conseguigue cinabrio natural de buena calidad, como el procedente de las minas de Almadén en España, con fines experimentales, se puede hacer un Etíope mineral.

El Etíope mineral se puede hacer de la siguiente manera: verter, primero, en un almirez de vidrio Pirex o de porcelana 60 g de azufre común y, por encima de éste, 100 g de azogue común. Mezclar y moler muy bien hasta que el azufre absorba completamente el mercurio, el compuesto quede negro y que no se vean más vestigios de mercurio.

Echar esa amalgama de azogue y azufre en una solución acuosa de potasa cáustica en un matraz de 500 ml o 1 litro y calentar hasta la temperatura de 60º C durante algunas horas. Obtendremos, así, un cinabrio artificial de un bello color rojo vivo, llamado vulgarmente bermellón que antiguamente era usado en la pintura. Despejar el liquido por decantación, lavarlo bien con agua del grifo y secarlo en una cápsula de porcelana a la temperatura de 40 o 50º C. Guardarlo en un frasco de vidrio de boca ancha bien cerrado al abrigo de la luz.

Después de que todo esté muy bien mezclado, por medio de un embudo de boca larga, echar la materia en un matraz cónico de 2 o 3 litros y colocarla en una escudilla, en baño de arena, en un fogón a gas. Colocar el capitel y un rematero de 500 ml con respirador en la panza, aplicando silicona en todas las junturas.

En el inicio, regular el fuego para que el compuesto empece a sudar, y después, aumentarlo lentamente, para que destile gota a gota.

Cuando no destilar mas nada, aumentad el fuego hacia unos 300º C, para que la materia empece a sublimar. Podréis sacar el capitel y colocar un tampón de goma por encima de la boca de la cucúrbita sin taparla completamente, regulando, así, la entrada del aire. Veréis, entonces, fluctuando, en el interior de la cucúrbita, ínfimos copos de sublimado que un alquimista Ibérico, en "su" dicha obra, llamó "Palomas de Diana" y se depositaran, después, en la superficie del compuesto, formando una capa blanca como la nieve.

Continuad siempre, con el mismo calor, hasta que no veáis aumentar más la espesura de la capa de sublimado. Entonces, parad y apagad el fuego. Si el mercurio comenzar a sublimar en las paredes de la cucúrbita, diminuid el grado del fuego.

No deberéis respirar los vapores que exhalan por lo respirador del rematero o por la apertura de la cucúrbita, porque son extremadamente tóxicos. Por eso, esta operación tendrá que ser hecha en un local muy bien ventilado

En el recipiente encontrará agua mezclada con un espíritu de sal de graduación débil y un vestigio de mercurio sublimado. Deséchalo.

Retirar el capitel con el alambique aún tibio si no lo sacasteis en la fase anterior. Coged la cucúrbita ya fría por el cuello y rodad su base lateralmente por encima de la palma de la mano, sacudiéndola lentamente, para que la capa de sublimado se desprenda del caput. Después, inclinad la cucúrbita y echad el sublimado en una escudilla. Guardadlo en un frasco de vidrio de boca ancha bien cerrado y identificado.

The Azoth


Con mucha prudencia, para no partir la cucúrbita, con una cuchara de palo con un mango largo, retirad el caput, rechazándolo también. Repedid la operación, hasta obtener todo el sublimado que necesitares.

Si el sublimado tuviere aún algunas impurezas del caput, volved a sublimarlo, de la misma manera, con la misma cantidad de vitriolo y la sal. Retiradlo por el mismo proceso, con mucha precaución.

Guardadlo juntamente con el otro, en un frasco de vidrio de boca ancha, bien cerrado e bien identificado, pues se trata de un veneno muy violento, bien conocido por los antiguos alquimistas e espagiristas: el sublimado corrosivo o bicloruro de mercurio.

A propósito de esta operación, no queremos de dejar sin decir algo sobre este sublimado de mercurio, bajo el punto de vista alquímico.

Tuvimos oportunidad de contactar personalmente con un alquimista muy conocido en su país, por tener escrito algunos libros sobre alquimia y de "su" obra en especial, en los cuales describe alegóricamente sin hacer praticamente ninguna referencia espagírica (química) a las materias y al modus operandi, dificultando, así su comprensión incluso a aquellos que tengan bastante conocimientos del Arte. Digamos que este artista, per lo menos en los libros que nosotros leímos no fue muy "caritativo".

En esta operación, bajo el punto de vista químico, nada tiene de especial, pues se trata de una destilación y sublimación donde el vitriolo (sulfato), por la acción de calor reacciona con la sal común (cloruro) liberando cloro que, a su vez, actúa sobre el sulfuro (cinabrio) formando un bicloruro de mercurio que, por ser volátil a esaa temperatura se sublima en el interior de la cucúrbita por encima del compuesto como copos de nieve.

Luego de esta primera sublimación, y basado en lo que dice Filaleteo en su tratado La Entrada Abierta al Palacio Cerrado del Rey, sobre la purificación del mercurio filosófico, este artista recomienda sublimar siete veces el "Azoth" a la semejanza de lo que relata Filaleteo en su obra.

Al contrario de las razones invocadas por Filaleto y por Flamel, nosotros no entendemos la razón practica de las siete sublimaciones recomendadas, porque en nuestra opinión, el bicloruro no se purifica más ni mejora en calidad, bien al contrario, en cada sublimación hay siempre una perdida de material, de trabajo de tiempo malgastado y de dinero.

Con esto, queremos demostrar que, en nuestro Arte, también es necesario conocer química (espagíria) para no confundir las cosas.

Rubellus Petrinus

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